jueves, agosto 28, 2014

Cuando la esperanza es lo único que queda

Cuando la esperanza es lo único que queda

Un, dos, tres. Un, dos, tres. Un, dos…

-Mierda.
-Señorita Millford, es la tercera vez en menos de media hora que falla en un paso de vals tan fácil como ese. Y dudo mucho que su padre piense que esa expresión sea adecuada a su edad. No hablemos ya a su estatus. Tal vez debería…
-Sé perfectamente qué diría mi padre, gracias por hacerlo notar, señor Harrison.

El tono cortante que había usado acabó con la posible reprimenda del hombre. Ariadna Millford, la dueña de la voz fría como el hielo, suspiró después de eso. No le gustaba tratar mal a su profesor de baile y cortesía, pero a veces no soportaba esa actitud rígida que siempre tenía en las clases y los comentarios que contuvieran cualquier referencia a su padre.

-Joven, haga el favor de empezar de nuevo. Lo lamento por sus pies, como verá, la señorita no está teniendo especial cuidado en controlar los suyos esta mañana. Aún me sorprende que un simple cochero como usted sepa bailar algo que no sea esa horrible mezcla de sonidos que llaman música en las posadas y una dama como ella acabe siendo tan patosa.
-Señorita Millford, ¿continuamos?
-Por supuesto, señor Fitzhenrick. 
-Recuerde, señorita. Un, dos, tres. Un, dos, tres.

Una sonrisa.
Paso. Paso. Paso.
Inspirar. Expirar. Inspirar.
Un, dos, tres roces.

-¿Estás nerviosa, Ariadna?
-Shh, baja la voz o el señor Harrison te va a escuchar. Y no me tutees si no quieres que te echen de inmediato.
-Sabes que está fijándose tanto en tus pies que ignorará cualquier palabra que salga de mis labios. ¿Estás nerviosa? Te tiemblan las manos.
-¿Y tú no, Percival? En una semana será mi presentación en sociedad y mi padre está más que dispuesto a casarme con el primer rico de familia noble que no tenga ninguna mancha en su reputación. Y no serán pocos los dispuestos a unir su nombre con el del Lord Millford. Ni siquiera sé para qué me esfuerzo en aprender a bailar vals si a nadie le importa otra cosa que no sea mi apellido y las propiedades atadas a él.
-Es un destino que a muchas mujeres le gustaría. No tener que saber mil artes para encandilar a sus pretendientes, no tener que preocuparse por la belleza, ni por la educación… Sólo tener el deber de ocuparse de los hijos y el hogar.
-Eso es lo que les gusta a las mismas mujeres que permiten que sus esposos tengan amantes en cada oscuro rincón de Inglaterra, que ven cómo el dinero que tan bien les vendría a la hora de mejorar sus vidas acaba derrochado en regalos para las queridas de los hombres que deberían cuidar de ellas y de sus críos.

Un, dos, tres. Un, dos, tres.
Un susurro.

-Bueno, te aseguro que aquel de tus pretendientes que consiga tu mano y se le ocurra mantener a una amante, no tiene ni idea de lo que es tener a una verdadera mujer hermosa y capaz entre sus brazos.

Un, dos.
Un jadeo.

-¡¿Pero se puede saber por qué para ahora, señorita Millford?!
-Me encuentro indispuesta, señor. ¿Podríamos dejar la clase para otro momento? Además, estoy segura de que mi padre requerirá los servicios del cochero en breve.
-No quisiera causarle ningún tipo de molestia a Lord Millford. Por supuesto, márchense si lo necesitan. No veo que hoy avancemos en nada. Mañana a la misma hora les estaré esperando aquí.
-Adiós, señor Harrison.

Ariadna tardó escasos segundos en salir por la puerta del salón. En cuanto escuchó el sonido de esta, se giró como un vendaval.

-Tú eres tonto. Te lo juro, eres rematadamente tonto. O eso, o… No, es eso: eres tonto.
-Oye, oye, tranquila, fierecilla, no me insultes, que no es para tanto.
-¿Tranquila, en serio? Percival, nos vas a meter en un buen lío. Como mi padre se entere de algo de esto nos va a matar.
-Sólo he alabado la belleza más que obvia de su hija, no creo que eso le ofendiese.
-Tratar contigo a veces es como tratar con un niño pequeño. Mi padre tendrá muchos defectos, pero pecar de ingenuo no es uno de ellos. Como sospeche algo no dejará de vigilarme con tal de que no me desvíe del camino que tan pensado tiene para mí. Mucho menos con lo poco que queda para la presentación. ¿Puedes comportarte hasta entonces, por favor?

Expirar. Inspirar. Expirar.
Un suspiro.

-No creo que este sea el lugar más adecuado para hablar de esto…
-Ya, claro, igual que delante del señor Harrison sí lo era. Deberías marcharte.
-Ariadna…
-Luego, donde siempre. Ahora no. Aquí no.

Un roce.
Una, dos, tres horas.

Hacía pocos minutos que el sol había terminado de ponerse sobre la ciudad de Londres, pero los farolillos ya iluminaban la fachada de la mansión de los Millford y los caminos que iban y venían de ella. La cochera situada al lado de los establos, a donde dirigían uno de estos caminos, poseía un pequeño cuarto apenas amueblado, donde la tensión se podía cortar como las raciones de una tarta.

-¿Cuántas veces te tengo que decir lo siento para que me perdones?
-No es cuestión de que yo te perdone, sino de que no llames la atención ni una vez más. Sólo eso, sólo te pido eso, Percival.
-¿Sólo eso? No sabes el esfuerzo que hago cada día para no enfrentarme a tu padre, cogerte fuerte y echar a correr. Esas malditas clases de baile me vuelven loco porque te tengo tan cerca y a la vez te ayudo a mejorar para que otro te aleje de mí. Estoy cansado de estar en las sombras cuando hay gente a nuestro alrededor, de fingir que no conozco cada rincón de tu mente y tu cuerpo mejor que nadie, de ver cómo te tratan como si fueras un objeto de exposición a la venta al más rico postor.
-Por esa razón te pido que disimules, sólo un poco más de tiempo, por favor. ¿No crees que yo también aborrezco que las cosas sean así?
-Te mereces mucho más que eso. Eres más que toda esa hipócrita nobleza junta. Pero es que no tenemos ese tiempo, Ariadna. ¿Qué harás después del baile de presentación? ¿Le dirás a tu padre que vas a rechazar a todos tus pretendientes por un cochero pobre? Ambos sabemos la respuesta.
-Alguna solución encontraremos. Saldremos de esta, juntos, como siempre.
-No, sabes que no hay nada que hacer. Y no quiero… no puedo compartirte con otro. Ni siquiera puedo compartirte con tu padre.

Paso. Paso. Paso.
Piel con piel.
Un, dos, tres roces.
Silencio.

-Aún queda esperanza, siempre queda una pequeña llama de esperanza.
-¿No te das cuenta? Esperanza es lo único que queda para nosotros.

Un, dos, tres roces.
Un, dos, tres besos.

-Pues nos agarraremos a ella, lucharemos por nosotros. Tú tienes los caballos y yo el dinero. Juntos tenemos una única esperanza.

Un, dos, tres jadeos.
Un, dos, tres deseos.

Una semana después, los invitados llegaban sin cesar a la mansión de los Millford, donde eran recibidos entre suntuosas decoraciones y atrayente música. En el salón de baile se entremezclaban vestidos coloridos y pomposos que entallaban la figura de todas las mujeres presentes. Aquí y allá se extendían los murmullos de conversaciones banales, cotilleos de la alta sociedad y algún que otro negocio llevándose a cabo.
Fue la aparición de Ariadna lo que provocó que se hiciera el silencio. Con un vestido rojo como la sangre y el pelo negro recogido hacia un lado, era la viva imagen de la elegancia.

-Señorita Millford, es un placer volver a verla.
-Señor y señora Lower, lo mismo digo. Gracias por asistir hoy.
-Señorita Millford, está usted deslumbrante con ese vestido. Seguro que causará sensación entre todos esos jóvenes impacientes.
-Le agradezco el cumplido, duquesa Foley. Para eso es este baile, ¿no es cierto?
Saludos, sonrisas y nervios.
Tensión, paciencia y pánico.

-Una hora, Ariadna. Sólo una hora más. En una hora estarás con Percival.

Un, dos, tres.
Un, dos, tres.

La gente se marcha. Cae el silencio, cae la noche.

-¿Alguien te ha visto salir?
-No, claro que no, nunca ven nada.
-¿Estás segura? Ni siquiera has hablado con tu padre.
-¿Crees que me importa después de estos años? No quedaban opciones. Tengo las joyas de mi madre y todo lo demás.
-Te dije lo mismo hace una semana y no quisiste.
-He comprobado que bailar un vals sólo merece la pena contigo.

Un, dos, tres.
Chispa, llama y humo.

Arde el establo vacío, arde y las llamas iluminan el cielo. Arde y todo el mundo corre. Arde mientras dos caballos se alejan sin que nadie los vea. Arde la noche, cuando la esperanza es lo único que queda.




Aquí está el relato de este mes. Es... raro. Pero me gusta ^^. Espero que a vosotros también. No os olvidéis de dar vuestra opinión y sobre qué queréis que trate el relato de septiembre.
Hasta pronto :3.

6 comentarios:

Rebeca Cid dijo...

LLORO JODER LLORO
Que bonito!! Creo que de todo lo que he leido de ti (los relatos mensuales) es mi favorito. Me ha parecido todo muy bonito, las palabras usadas y esa repetición "Un,dos,tres" hace que todo se rodee de una belleza preciosa.
Ademas son tan cuquis joder! Y ese final??
Espero que les haya salido todo bien y sean feliz y se empachen a perdices

Sigue escribiendo, no me dejes <333

Lily dijo...

sjfsdkjfñsd Menuda preciosidad de relato.
Amo a Percival, amo a Ariadna y quiero algo más largo de ellos. Así que a currar

Khardan dijo...

A ver... me ha gustado y no es tan raro. Quizá caes en algunos leísmos (de los aceptados por la RAE) y quizás el ritmo no es del todo "equilibrado". deberías haberte deleitado un poco más con el baile de presentación.

Otra cosa es que, por costumbre, creo, los vestidos de las debutantes solían ser blancos "virginales". Pero eso es una cuestión anecdótica de la que no estoy del todo seguro. Los sentimientos están muy bien llevados, aunque ya digo, hay un salto excesivo en algunos momentos.
Aparte, me ha faltado un inciso en "-Una hora, Ariadna. Sólo una hora más. En una hora estarás con Percival." que indicase que solo estaba murmurando para sí misma. Aunque el lector se lo pueda imaginar, lo correcto es que el escritor juegue con la información, no que la oculte. Me ha gustado el uso de los distintos usos tipográficos.

Khardan dijo...

Para Septiembre... vamos a sacarte un poco de escena. Un combate de espadas, para ser exacto, una competición de esgrima del siglo XVII.

Anónimo dijo...

Si he de ser sincera, como lectura, nunca he encontrado algo de "época" que me acabara de convencer, pero con el relato me has enamorao'! Me ha gustado mucho aunque se me ha hecho muuuy cortito, ya me conoces!

Besos! :*

Mario dijo...

¡Me ha encantado Ruth! No suelo leer relatos pero a partir de ahora me pasaré a leerte porque me ha encantado :)

¡Un abrazo!